“Hagamos que la Historia comience el 2 de octubre”: de la firma del acuerdo a la construcción de la paz en Colombia

Este lunes 26 de septiembre se ha firmado, en Cartagena, Colombia, el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -Ejército del Pueblo- (FARC-EP). La auténtica paz, sin embargo, implica mucho más que la firma de un acuerdo, este es solo un primer paso, imprescindible, que permitirá generar espacios para el encuentro, la convivencia y el restablecimiento de los lazos de confianza que la violencia rompió. Como explica la defensora de Derechos Humanos colombiana, Claudia Mejía Duque: “la guerra en Colombia no solo se cobró vidas, también destruyó la confianza entre nosotros y debemos trabajar en reconstruirla”.

Claudia Mejía Duque, defensora de Derechos Humanos colombiana, en evento: Las mujeres elegimos la paz, en Bogotá, Colombia. Crédito: Arnoldo Gálvez.

El conflicto armado en Colombia es uno de los más longevos del mundo. Según el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1958 y 2012, dejó al menos 220.000 personas asesinadas, 25.000 desaparecidas y 4.744.046 desplazadas. “En Colombia vivimos un verdadero éxodo”, explica Irma Perilla, directora de Pensamiento y Acción Social, PAS. “Ver la dimensión de lo que es el desplazamiento interno es lo que me movió a mí a trabajar por esta causa: la salida negociada del enfrentamiento armado interno”.

Tras el final de 52 años de conflicto armado, Colombia enfrenta nuevos desafíos y oportunidades

Con el objetivo de terminar el conflicto con las FARC-EP, el espíritu del acuerdo negociado en la Habana, entre 2014 y 2016, fue la búsqueda de garantías para que la violencia no volviera a ocurrir. Para lograrlo, era necesario que el acuerdo no se limitara al cese de hostilidades, sino que fuera una oportunidad para abordar problemas de carácter estructural que afectan a grandes grupos de la población, particularmente en el ámbito rural, que han incitado el surgimiento de distintos tipos de conflictos que van desde lo ideológico y político hasta el crimen organizado. El acuerdo está conformado por seis puntos, y el cumplimiento de cada uno de ellos constituye una condición necesaria para una paz duradera y sostenible: reforma rural integral, participación política, fin del conflicto, solución al problema de las drogas ilícitas, víctimas del conflicto armado e implementación, verificación y refrendación del acuerdo.

Una vez firmado el acuerdo, se abre ahora el principal desafío a la paz en Colombia: su implementación. “Estoy muy impresionada por las negociaciones de La Habana, el apoyo que tuvieron, el contenido, el hecho de que tuvieran una comisión de género. Son unos acuerdos integrales, completos”, afirma Monica McWilliams, vicepresidente del Consejo Directivo de Interpeace y signataria de los acuerdos de paz de su natal Irlanda del Norte. “La pregunta clave es si se destinarán debidamente recursos, compromiso y voluntad política suficientes para implementar estos acuerdos”. Los recursos y la voluntad política, serán los dos pilares sobre los cuales se sostendrá el largo proceso de la construcción de la paz en Colombia, el cual comenzará al día siguiente del plebiscito del 2 de octubre.

Monica McWilliams en el event organizado por Interpeace Latinoamérica, Alianza para la Paz y la Policía Nacional de Colombia, realizado en Bogotá. Crédito: Arnoldo Gálvez.

Una paz legítima no puede ser nunca una decisión tomada en el alto nivel político, sino una posibilidad sometida a los mecanismos democráticos de decisión. Lo que ha sido firmado entre el gobierno y las FARC-EP este lunes, deberá de ser refrendado por la ciudadanía colombiana el 2 de octubre, a través de un plebiscito en donde las y los colombianos responderán: "¿apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?". La principal preocupación de quienes apoyan el proceso de paz, es que el desconocimiento del contenido de los acuerdos, décadas de desconfianza y el dolor de las víctimas, impidan que la respuesta de la mayoría sea afirmativa.

La paz no será perfecta, y si las y los colombianos deciden refrendar el acuerdo, el proceso para construirla será largo y complejo. Sin embargo, no puede haber solución posible sin terminar la confrontación armada. El cese al fuego mismo, que es apenas un primer atisbo de esperanza para Colombia, ha traído ya beneficios positivos. Lo asegura Irma Perilla: “Hoy, cuando aún no se ha ganado la refrendación, este proceso de paz ya ha dado resultados: no han caído más soldados, no han caído más guerrilleros, no ha caído más población civil en medio del conflicto armado”. Para Mónica McWilliams, que fundó la coalición de mujeres de Irlanda del Norte y fue testigo de las profundas transformaciones que la paz trajo consigo en su país: “la vida cotidiana de los colombianos cambiará dramáticamente una vez que se comiencen a implementar los acuerdos de paz. El mundo verá a Colombia bajo una luz diferente, turistas comenzarán a llegar al país, se incrementar las inversiones, porque los inversionistas buscan estabilidad. Pero lo más importante es la vida en las comunidades, la tranquilidad que llegará a las comunidades. El objetivo primordial de los acuerdos debe de ser la seguridad y tranquilidad de los colombianos”.

Reescribiendo la Historia colombiana

Uno de los aspectos más difíciles de sobrellevar y asimilar en un proceso de paz es la capacidad de las personas de dialogar con sus enemigos. Sin embargo, la reconciliación es otra condición imprescindible para interrumpir los ciclos de violencia. “Si en Chile y Argentina tuvimos que hablar de justicia transicional para pasar de dictaduras militares a democracia, en Colombia tenemos que pasar por lo mismo. Solo la verdad, la justicia y la reparación es lo que nos va a permitir que esto no vuelva a ocurrir. Y para quienes piensan que la paz traerá impunidad, yo estoy segura que los colombianos no vamos a permitir que delitos de lesa humanidad queden en la impunidad”. La congresista Ángela María Robledo, Co presidenta de la Comisión de Paz del Congreso de la República de Colombia, añade: “necesitamos empezar a tejer un relato común, asentado en la verdad y la memoria, para que, en medio de nuestra pluralidad, podamos convivir".

Congresista Ángela María Robledo, Co presidenta de la Comisión de Paz del Congreso de la República de Colombia. Crédito: Arnoldo Gálvez.

Si bien la firma de un acuerdo de paz es una decisión política, la paz no les pertenece exclusivamente a los políticos. “Este proceso es también de la sociedad civil”, afirma Irma Perilla, “como colombiana, tengo un derecho amparado por el artículo 22 de la Constitución Nacional: el derecho a la paz. Y ni las FARC ni el gobierno nos podían seguir arrebatando esa posibilidad. La llave de la paz, dijo el presidente Juan Manuel Santos cuando comenzaba a posicionar el proceso de paz, no está en el fondo del mar, la tengo en el bolsillo. Y nosotros salimos, mujeres, indígenas, campesinos, afrodescendientes, jóvenes, a decirle: señor presidente, la llave de la paz también es nuestra”.

“Mucha gente pensó que el fin del conflicto entre el gobierno colombiano y las FARC no era posible. Y ahora vemos que es posible”, dice Mónica McWilliams. “Colombia no puede permitirse perder esta oportunidad. No puede dejarse esclavizar por la Historia, sino hacer que la Historia comience el 2 de octubre”.

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